martes, 9 de junio de 2009

Los clásicos que leí

Escuchando cantar a Susan Boyle “I dreamed a dream” me remonté nueve años atrás cuando leí Los Miserables (1862), la obra de Víctor Hugo que posteriormente fue puesta en escena a través de un musical y del que Susan sacó dicha canción.

El recuerdo de Los Miserables se entremezcló con una reciente lectura: Historia de dos Ciudades (1859), de Charles Dickens, que toma como contexto los años de la Revolución Francesa.

Recordar el libro de Víctor Hugo y acabar el de Dickens fue para mí rescatar el valor de las obras clásicas y ver que si se mantienen vigentes a pesar de los años –y en este caso los siglos-, es porque se centran en la condición humana, muestran al hombre tal como puede ser: en su dimensión material y sobre todo espiritual.

Los Miserables, más que una obra de carácter social como casi siempre se suele decir, es la historia de redención de un hombre: Jean Valjean, un hombre condenado a cinco años de prisión por robar un pan y cuyos cuatro intentos de fuga lo encerraron por diecinueve años. Al final de su presidio estaba resentido con la sociedad y con Dios.

Pero Jean Valjean conoció la misericordia y luego de un fuerte conflicto interior, en el que vio qué tan bajo había caído como ser humano, inició el camino de retorno, decidió redimirse y dirigir todos sus actos grandes o pequeños a este fin. Sin embargo, habrá a lo largo de la obra una sombra que lo perseguirá: el policía Javert, para quien era imposible – y no concebía-, que un hombre pudiera arrepentirse y cambiar de rumbo. Es decir, no había perdón.

En Historia de dos Ciudades también entran en juego el perdón y la venganza, la injusticia, el retorno, el odio y la decisión de dar la vida por el otro. Una víctima inocente, el doctor Mannette, pese al odio que acumuló en sus años de presidio, entendió que no era justo echar sobre otro inocente las culpas de quien lo condenó. Pero hay en la obra otro personaje, víctima inocente también, cuyos deseos de venganza cegaron su alma hasta el punto de condenar a quien no tenía culpa.

Pero además, ambas obras son a la vez una denuncia de las injusticias de la época, cuestionan a la sociedad y hacen que el lector, involucrándose con los personajes, conozca un poco más los caminos que tomó la humanidad y se pregunte si sus vicios fueron superados o no.

En fin, involucrarse en este tipo de lecturas es querer más la buena literatura, pues cuando se lee a autores como Dickens, Víctor Hugo, Kafka, Dostoievski entre otros, se convence de que “escritor” no es cualquiera. No soy crítico literario, pero lo poco que he leído me convence de ello.

Y aunque el mundo acelerado en el que vivimos casi no nos da espacio para escoger como lecturas libros tan extensos, vale la pena darse un tiempo para cultivarse con obras que además de entretener con sus historias, nos ayudan a crecer.

Y debo de decir que entre todas las obras que leído hasta el momento, Los Miserables es mi favorita, es la que me hizo estremecer por pasajes y que al terminarla, decidiese darme una pausa antes de empezar otro libro.

Finalmente, les recomiendo este sitio web a quienes deseen leer libros o cuentos en línea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario